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Seriedad ante la paz Editorial 2011-02-09 00 La Patria


¿Cómo se puede aspirar a un diálogo, si conductas como la del secuestro se mantienen? Colombia ya no admite más trampas, hoy solo es posible sentarse a conversar si se dan hechos concretos y serios de paz, con el compromiso de no volver a delinquir.

Nada se les cree a las Farc cuando hablan de la posibilidad de un proceso de paz, pues ya son muchos los intentos fallidos en los que esta agrupación terrorista ha terminado burlándose del país. Su decisión de dejar en libertad a un policía, dos militares y dos políticos que estuvieron secuestrados durante los últimos años, es un gesto, sin duda, positivo, pero insuficiente para decir que es posible darle inicio a un nuevo proceso de negociaciones.
Bien hace el Presidente de la República, Juan Manuel Santos, cuando dice que se necesita que las Farc renuncien al terrorismo y al narcotráfico, y que dejen libres a todos los secuestrados para poder dar un paso en esa dirección. Los colombianos no admitiríamos que el país sea expuesto a una nueva trampa de la subversión, que siempre ha aprovechado estos espacios para desarrollar acciones paralelas de fortalecimiento que después todos lamentamos.
Con todo lo que ha ocurrido, Colombia ya aprendió que un posible nuevo proceso de paz solo es viable si hay una previa dejación total de las armas y de los negocios ilícitos, y la expresa manifestación de la voluntad de no volver a delinquir. Además, con lo que está ocurriendo con las bandas criminales en diversas regiones de Colombia, también el país tiene claro que los fenómenos de violencia, sea cual sea su origen, tienen que ser atacados con férrea decisión, y mal se haría al aceptar que con la entrega de cinco secuestrados se pueda ir a una mesa de diálogos.
También es fundamental que el gesto de las Farc, si es verdad que tienen voluntad de paz, sea serio íntegramente. Lo que ha pasado con el actual proceso de liberación de cinco rehenes parece más una estrategia para generar un show mediático, que el deseo sincero de devolverlos a la sociedad. Llevamos cerca de tres meses con la bulla de que van a quedar libres, y apenas ahora se observa la llegada de los helicópteros brasileños que participarán en la operación, y todo indica que el tema estará en la agenda informativa durante esta semana y la siguiente, por lo menos.
Si de verdad las Farc quisieran dejar las armas y comprometerse con una paz duradera para Colombia, tomarían la decisión unilateral de dejar salir de sus campos de concentración a los policías y soldados que completan más de una década en sus manos. Lo único que tendrían que hacer sus comandantes es dar la orden de dejarlos salir por sus propios medios de la selva, sin buscar tanto protagonismo y en una demostración de que ve la paz como una posibilidad seria para Colombia.
Ahora, la exsenadora Piedad Córdoba asegura que a mitad del año podrían salir otros 16 secuestrados. Nuestra esperanza es que tal anuncio sea cierto, y que finalmente se acabe esta tragedia que le ha costado demasiado sufrimiento a muchas familias colombianas. Hasta ahora, Córdoba ha cumplido con lo que ha manifestado, y eso el país lo reconoce, pero lo deseable es que no se convierta en la estrategia de las Farc para tratar de vender al mundo, a través de acciones mediáticas, que son mansas ovejas que ahora solo quieren paz.
No podemos olvidar que País Libre acaba de revelar un incremento del 350% en los secuestros en el departamento de Arauca, ejecutados por Farc y Eln. En todo el país el aumento fue del 32%, con las Farc como uno de los principales protagonistas. ¿No es esto una contradicción? ¿Cómo se puede aspirar a un diálogo, si conductas como la del secuestro se mantienen? Colombia ya no admite más trampas, hoy solo es posible sentarse a conversar si se dan hechos concretos y serios de paz, con el compromiso de no volver a delinquir.

Nada se les cree a las Farc cuando hablan de la posibilidad de un proceso de paz, pues ya son muchos los intentos fallidos en los que esta agrupación terrorista ha terminado burlándose del país. Su decisión de dejar en libertad a un policía, dos militares y dos políticos que estuvieron secuestrados durante los últimos años, es un gesto, sin duda, positivo, pero insuficiente para decir que es posible darle inicio a un nuevo proceso de negociaciones.
Bien hace el Presidente de la República, Juan Manuel Santos, cuando dice que se necesita que las Farc renuncien al terrorismo y al narcotráfico, y que dejen libres a todos los secuestrados para poder dar un paso en esa dirección. Los colombianos no admitiríamos que el país sea expuesto a una nueva trampa de la subversión, que siempre ha aprovechado estos espacios para desarrollar acciones paralelas de fortalecimiento que después todos lamentamos.
Con todo lo que ha ocurrido, Colombia ya aprendió que un posible nuevo proceso de paz solo es viable si hay una previa dejación total de las armas y de los negocios ilícitos, y la expresa manifestación de la voluntad de no volver a delinquir. Además, con lo que está ocurriendo con las bandas criminales en diversas regiones de Colombia, también el país tiene claro que los fenómenos de violencia, sea cual sea su origen, tienen que ser atacados con férrea decisión, y mal se haría al aceptar que con la entrega de cinco secuestrados se pueda ir a una mesa de diálogos.
También es fundamental que el gesto de las Farc, si es verdad que tienen voluntad de paz, sea serio íntegramente. Lo que ha pasado con el actual proceso de liberación de cinco rehenes parece más una estrategia para generar un show mediático, que el deseo sincero de devolverlos a la sociedad. Llevamos cerca de tres meses con la bulla de que van a quedar libres, y apenas ahora se observa la llegada de los helicópteros brasileños que participarán en la operación, y todo indica que el tema estará en la agenda informativa durante esta semana y la siguiente, por lo menos.
Si de verdad las Farc quisieran dejar las armas y comprometerse con una paz duradera para Colombia, tomarían la decisión unilateral de dejar salir de sus campos de concentración a los policías y soldados que completan más de una década en sus manos. Lo único que tendrían que hacer sus comandantes es dar la orden de dejarlos salir por sus propios medios de la selva, sin buscar tanto protagonismo y en una demostración de que ve la paz como una posibilidad seria para Colombia.
Ahora, la exsenadora Piedad Córdoba asegura que a mitad del año podrían salir otros 16 secuestrados. Nuestra esperanza es que tal anuncio sea cierto, y que finalmente se acabe esta tragedia que le ha costado demasiado sufrimiento a muchas familias colombianas. Hasta ahora, Córdoba ha cumplido con lo que ha manifestado, y eso el país lo reconoce, pero lo deseable es que no se convierta en la estrategia de las Farc para tratar de vender al mundo, a través de acciones mediáticas, que son mansas ovejas que ahora solo quieren paz.
No podemos olvidar que País Libre acaba de revelar un incremento del 350% en los secuestros en el departamento de Arauca, ejecutados por Farc y Eln. En todo el país el aumento fue del 32%, con las Farc como uno de los principales protagonistas. ¿No es esto una contradicción? ¿Cómo se puede aspirar a un diálogo, si conductas como la del secuestro se mantienen? Colombia ya no admite más trampas, hoy solo es posible sentarse a conversar si se dan hechos concretos y serios de paz, con el compromiso de no volver a delinquir.
  
Mientras tanto, el Gobierno Nacional debe mantener con firmeza la política de atacar los factores de violencia en el país, con toda decisión. No se puede bajar la guardia en ningún sentido, las Farc tienen que seguir siendo perseguidas y lograr nuevos golpes contundentes contra sus cabecillas. Lo mismo se espera frente al Eln y con la misma energía es necesario frenar el fenómeno de las bandas criminales que ha ganado demasiado terreno en varias regiones del país. Garantizar la seguridad tiene que seguir siendo un tema prioritario en Colombia.