2011-01-27 00
Las noches en las cabañas del Resort del Almejal son memorables. El silencio, solo roto por los ruidos de las ranas y de los sapos, de los insectos, de algunos pájaros nocturnos y de las olas que eternamente llegan, besan la playa y se van, es la mejor medicina para el estrés que llevamos de las ciudades y que se nos adhiere al alma como pegajoso sudor. Hay algo además… la absoluta tranquilidad del lugar permite que a la luz de la luna el visitante salga a caminar por la playa, descalzo como mandan las normas de la cortesía cósmica. César Isaza, el amable dueño de las cabañas, lleva a sus visitantes y les muestra con orgullo, satisfacción y erudición el bosque de su dominio, que se levanta detrás de las cabañas y desde el cual, entre las ramas de los árboles se ve el mar, "el mar siempre recomenzado" (Paul Valéry). César va contando historias interesantes de ciertas plantas que allí crecen. Este recorrido es un bautismo de biodiversidad y de armonía cósmica. Sobra decir que la pluviosidad y la densidad de la selva tropical del Pacífico hacen que detrás de las cabañas nazca un riachuelo que baña la propiedad. Entre las cabañas crecen orquídeas y diversas flores casi todas de un color rojo vistoso. No podía faltar un arbusto de achiote. Muchos lagartos buscan el sol y se suben a las palmeras. Frente al comedor, César ha colocado una tabla entre las ramas de un árbol a dos metros del suelo y durante el día, especialmente por la mañana, los visitantes de las cabañas gozan de la contemplación de pájaros azules, amarillos, verdes, rojos, de todos los colores, entre los cuales no faltan los carpinteros o trepatroncos. Las cámaras fotográficas se esmeran en captar tan bellos recuerdos. César, que es un ornitólogo aficionado y erudito ya, da los nombres científicos y vulgares y las características de los animalitos y muestra las espectaculares fotos que ha logrado de decenas de pájaros que anidan, viven o visitan la selva del Resort. Un equipo sofisticado le permite lograr fotografías maravillosas. Entre los huéspedes asiduos de las cabañas se cuentan observadores de pájaros de Estados Unidos y Europa. Me dice César que algunos vienen con el propósito deliberado de lograr ver solo un pájaro determinado. Si lo logran regresan a sus países encantados y si no, prometen regresar al año siguiente. Sabemos, y lo saben los ornitólogos del mundo, que somos el país número uno en diversidad de aves. Otro atractivo que ofrece este lugar es la diversidad de orquídeas que crecen al amparo de la selva húmeda y penumbrosa. En la temporada de julio a septiembre e incluso octubre el gran espectáculo son las ballenas jorobadas. Al momento de escribir estas líneas me contaron de la oficina de Parques Nacionales que en el mes que acaba de pasar, o sea diciembre, fueron vistas dos ballenas por los lados de la Ensenada de Utría, que está al sur de las cabañas del Almejal, a una hora de distancia en lancha. Es un caso excepcional. Seguramente, me dicen, se trata de dos ballenas que se atrasaron en venir y por ende en regresar a los mares del sur.