Es increíble lo que pasa en nuestra Manizales del Alma: después de sobreponerse a todos los enemigos naturales y humanos; después de haberse tenido que enfrentar a envidias, ataques personales, calumnias, maledicencias, exageraciones y persecuciones mezquinas, las directivas del Once Caldas supieron entregar a finales de 2010 un equipo renovado, de peso, reforzado, viable y engrosado patrimonialmente, además de una cuarta estrella y la participación en el evento suramericano más importante del presente año.
Pero esto no es suficiente para algunos que se empeñan en destruir, en mancillar la honra de las personas y en cobrar venganzas pasionales arrasando con la estabilidad del equipo. Porque para ellos, mientras en la totalidad de los equipos del fútbol profesional se hacen movimientos de jugadores, se compran, se venden, se hacen nuevas contrataciones, y se exploran nuevas posibilidades, el hecho de que en el Once Caldas ocurra lo mismo, es objeto de censura, de vituperio, de dudas, de sutilezas… ¡No señores! Las verdades no hay que contarlas a medias, pues se convierten en las peores mentiras. Y ellos lo saben y por eso acuden a estos ardides, sin considerar el inmenso daño que le causan a la institución. Pero esto tiene otra cara:
Hay que reconocer que nunca el equipo había sido tan ambicioso como con esta administración. Los presupuestos casi se triplicaron, pues se tiene una visión diferente: de empresa, de grandeza, de progreso, de institucionalización, de posición de marca y de crecimiento constante. De ahí que se tenga presupuestado que el equipo valga en 2011 $13.659 millones, y se esperen ingresos por valor de $15.454 millones. Advirtiendo que los egresos han sido calculados con importantes provisiones para imprevistos, y los ingresos no incluyen en el presupuesto sino las primeras fases de la Liga Postobón del primero y segundo semestre (no se incluyeron los ingresos de la Copa Postobón), la primera fase de la Copa Libertadores, y un solo patrocinio (el pecho de la camiseta). Es decir, que llegando a las fases siguientes de los torneos, y agregándole los demás patrocinadores e ingresos adicionales por las nuevas políticas de mercadeo, los ingresos serán ampliamente superados, mientras los egresos permanecerán constantes.
En esas condiciones, ¿hay futuro financiero? ¡Claro! Lo que pasa es que cuando se quiere presentar el vaso medio vacío, con el fin de generar inconformismos y dañar la imagen de quienes hacen gestión, la miopía se apodera de los comunicadores y produce una desinformación bastante lesiva.
Pero en lo deportivo las cosas no son diferentes: hace un año, el equipo tenía una escasa nómina de jugadores titulares propios en la que se destacaban solo Núñez y Henríquez. Pero además no tenía disponibilidad de dinero, las expectativas eran pobres, la credibilidad estaba minada y la certeza de que el estadio iba a estar cerrado por varios meses en el año, hacían del Once Caldas una empresa supremamente difícil, áspera, casi inviable y riesgosa en el patrimonio personal de quienes asumieran sus riendas. No obstante, estas directivas se empeñaron en pensar en grande y, empezando con la contratación del técnico Osorio, no se amilanaron ante este oscuro panorama y emprendieron la conformación de una nómina de primera categoría que terminó siendo la mejor del fútbol colombiano.
Que lógicamente dentro de esa nómina existían jugadores ajenos que por sus costos o por sus condiciones personales tendrían que ser reemplazados, era conocido por el equipo y por la misma afición. Y que las circunstancias puntuales de algunos jugadores se convertirían en materia de discusión no solo técnica sino jurídica, también era algo que se conocía de antemano. Pero ahí es precisamente donde se mide la capacidad del administrador. ¿Qué tal pues, que ante los problemas empresariales se asumiera una posición de derrota? ¿Qué tal pues, que ante la inmensa responsabilidad con la que hay que afrontar los compromisos de este año, el equipo se hubiera quedado rumiando la salida de dos o tres jugadores?
Por el contrario, gracias a que la nueva filosofía del equipo es la de tener una nómina profesional propia, un plantel fortalecido en lo humano y en lo físico, y una solidez patrimonial que no se limite a unas tierras estériles e improductivas, hoy tenemos jugadores como Dayro, Carbonero, Micolta, Amaya, Cuero, Henao, Mirabage, Mejía, Pajoy, Palacios, Mena, Jiménez, Núñez, y otros más, de propiedad del Once Caldas, con quienes el cuerpo técnico viene haciendo un trabajo de perfección profesional en lo futbolístico, y de crecimiento humano en lo personal.
Ahora: si triplicar los presupuestos; si incrementar el patrimonio con activos tangibles y negociables; si formar jugadores propios y comprar los que ingresen a la nómina; si planear y organizar el equipo para la valoración de marca; si emprender planes estratégicos de comercialización, posicionamiento y penetración de mercados; si, en fin, considerar el equipo como una empresa en crecimiento, puede definirse como una fatalidad administrativa, un caos en la planeación o una irresponsabilidad directiva, seguramente los grandes equipos del país y del mundo no habrían pasado de ser unos clubes de barrio.
¡Qué ingrata la labor de hacer empresa y ejercer liderazgo en nuestra Manizales! Los maledicientes de oficio y los ingratos de profesión, ¿preferirían entonces vender jugadores valiosos para cubrir un déficit heredado, y dejar un equipo desmantelado, sin recursos futbolísticos, sin capacidad competitiva y sin futuro económico y deportivo? El equipo tiene deudas, embargos y persecuciones; y los directivos han creído firmemente en que las condiciones van a cambiar y por ello le apuestan con su patrimonio, con su sacrificio personal y con su vida, cosa que no estarían en condiciones de hacer los que, manejando los medios de comunicación, vociferan, atacan, denigran y hasta calumnian a quienes hoy nos siguen dando la oportunidad de sentirnos orgullosos con la grandeza del Once Caldas.
Y quedamos pendientes de lo que pase con Uribe… Se están agotando los recursos legales a los que tiene derecho el Once como institución, y cualquier cosa que se diga o haga por fuera de estos procedimientos, solo enrarece el ambiente y genera perjuicio y caos, que es lo que quieren algunos energúmenos enemigos que utilizan la pluma o el micrófono para desinformar y destruir.