Diferentes emisoras, durante muchas horas, se ocupan de estos menesteres, y lo que oye a quien le gusta, es impactante. Hay directores de programa que ayudan hasta donde le es permitido por su conocimiento y personalidad y otros se apartan del sentido de la comunicación del oyente. ¿No deberían ser psicólogos, o al menos expertos en las temáticas tratadas, los directores de esos programas?
Para no mencionar a quienes se atreven a diagnosticar, evaluar y formular pacientes por la vía radial, con la complacencia de directivos de cadenas, emisoras y ciudadanía. Son programas de elevada sintonía y muy apetecidos por los patrocinadores, por la audiencia a la que van dirigidos, en ello se consideran los días y por supuesto las horas de la difusión. Algunos hablan de servicio social, lo cual está muy lejos, pues se trata de un verdadero mercado.
Todo puede pasar a un segundo plano cuando se escuchan programas en donde la sexualidad de las personas es motivo de caricaturización. No se sabe si quienes intervienen en los momentos saben el alcance de sus palabras frente a otras personas y comprenden la ridiculización a la que son sometidas.
Que los artistas y todos aquellos personajes que hacen del público su objetivo se sometan y acepten la intervención de entrevistadores o sus fanáticos en sus vidas privadas, les compete exclusivamente a ellos y a quienes se prestan voluntariamente a oír, gozar o envidiar lo que se pregona. Pero que una persona del común tenga que dejarse intimidar frente a preguntas que invaden su fuero interno, y que por estar en directo al aire, en tiempo real, se sienta coaccionada para negarse a una respuesta, es asunto de otro tenor.
La radio y la televisión son dos poderosos mecanismos de invasión en la vida privada de los seres humanos. Son útiles en la medida en que sirven a los intereses más centrados en la razón de ser de las personas. Pero son motivo de violencia psíquica cuando por no tener evidentes los límites, penetran sin contemplación en el fuero inviolable de la intimidad o dejan que ellos abusen de la pasividad que invade.
Nota 1: Hay una conmoción nacional porque un equipo de fútbol a cuyos jugadores no les pagan hace tres meses y por este motivo no cumplieron con su compromiso profesional el fin de semana y un grupo de jóvenes los reemplazó. Y no hay un sacudimiento generalizado cuando los directivos incumplen con los pagos a las entidades de salud y éstas se olvidan de sus funcionarios.
Nota 2: Una universidad cerrada, por la razón que fuere, porque no hay disculpas válidas, y un hospital con cierre de servicios, son un atentado contra la sociedad y una ignominia para las personas.