Si se tiene en cuenta que las lluvias han sido copiosas durante los meses recientes, esta situación de bajo cauce tiene que ser analizada detenidamente, porque puede convertirse en un tema crítico cuando lleguen las épocas de sequía. Desde hace muchos años, cuando surgió la idea de desviar el río Guarinó con el objetivo de aprovechar sus aguas para la generación de energía eléctrica, se viene advirtiendo sobre los riesgos ambientales que tal operación podría ocasionar a la región del oriente de Caldas. La idea de Isagén es mejorar el flujo de agua al embalse Amaní (Norcasia) y aumentar la producción de energía de Miel I en un 30%, cuando al Guarinó se le sume el trasvase del río Manso, a mediados de este año.
Hoy, seis meses después de haberse ejecutado el desvío del Guarinó, el panorama no es tan negativo como se imaginaba, pero eso tampoco quiere decir que puedan evadirse los cuidados que se requieren para que en el futuro solo veamos beneficios. Los alcaldes de los municipios a los que les toca directamente este proyecto, se muestran satisfechos con los aportes económicos realizados desde octubre pasado por Isagén, como ejecutora de la iniciativa, los cuales han servido para emprender tareas de desarrollo en otros frentes de esas poblaciones.
Desde ese punto de vista y de los seguimientos hechos por la misma empresa a las repercusiones ambientales de la obra, el panorama es positivo. No obstante, los ambientalistas mantienen su posición prevenida con respecto a los efectos negativos que este trasvase tiene para el medio natural en el cual se desarrolla. Para confirmar sus preocupaciones, algunos pescadores de la región han manifestado que el cauce del río se ha visto disminuido, lo que ha impactado desfavorablemente la pesca y se ha traducido en una menor cantidad de peces en sus redes.
Si se tiene en cuenta que las lluvias han sido copiosas durante los meses recientes, esta situación de bajo cauce tiene que ser analizada detenidamente, porque puede convertirse en un tema crítico cuando lleguen las épocas de sequía. De todos modos, no se trata de exagerar ni de prender alarmas de manera injustificada, pues si se compara lo que ha pasado con lo que se veía como un gran desastre ambiental antes de que comenzará a funcionar el trasvase, vemos que los efectos no son tan nocivos.
Ahora bien, en La Dorada, donde se han dado los debates más fuertes en contra del trasvase siguen a la expectativa del comportamiento de la Charca de Guarinocito, importante atractivo turístico y despensa de muchos pescadores de la zona, quienes aún no han manifestado evidencia de daño ambiental. Tampoco, hasta ahora, se ha visto que el acueducto de ese municipio, que se surte del Guarinó, pueda verse perjudicado, pero se mantiene en general la duda acerca de lo que pueda ocurrir, y se cree que en unos años sí serán perceptibles los daños.
La posible sedimentación creciente del río es a lo que más hay que prestarle atención, pues en caso de verse un incremento excesivo será necesario tomar medidas rápidas para mitigar los efectos. Isagén tiene que seguir muy pendiente para prevenir daños al ambiente, y Corpocaldas debe mantenerse en la posición de vigilar que el acueducto de La Dorada no se vea perjudicado y que el bajo caudal del río no le quite capacidad de mover los sedimentos.
Los trabajos de reforestación de la cuenca que pueda desarrollar Isagén para lograr que haya más agua en toda la zona resultan claves para controlar los posibles efectos nocivos. No se puede abandonar el objetivo de preservar el caudal ecológico del río, mejorar los acueductos de la zona, crear el plan de respuesta en caso de alarma en Guarinocito y hacer un monitoreo permanente de los caudales luego del trasvase. La idea es que se logren importantes beneficios con una mayor generación energética, pero sin causar daños a la naturaleza.