El golpe desencadenado por el desastre japonés, el peor en su historia después de las bombas atómicas lanzadas al final de la Segunda Guerra Mundial sobre su territorio, ha hecho tambalear al mundo.
Como si fuera poco que el sismo de casi 9 grados y el gigantesco tsunami que se produjo poco después dejen ya cerca de 4.500 muertos y casi 8.600 desaparecidos en Japón, de acuerdo con el más reciente conteo, la crisis desencadenada por los daños en varios de los reactores nucleares de la planta de Fukushima han puesto a temblar al mundo por los riesgos de radiación que se han desencadenado.
Hay tanta alarma que el emperador Akihito, por primera vez en muchos años, les habló a los japoneses por televisión para lamentar lo ocurrido y llamarlos a que no se den por vencidos; y el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, en una inusual declaración aseguró que congelará su proyecto de crear una planta nuclear en su país (realmente creemos que aprovechó la coyuntura para salirse de semejante sambenito). A propósito de la posición de nuestro vecino vale la pena que Chile, país con tanta vulnerabilidad sísmica, reflexione sobre la conveniencia de seguir con su programa nuclear.
El golpe desencadenado por el desastre japonés, el peor en su historia después de las bombas atómicas lanzadas al final de la Segunda Guerra Mundial sobre su territorio, ha hecho tambalear al mundo en muchos aspectos, que van desde el cuestionamiento al futuro del uso de la energía atómica hasta la caída vertiginosa de las bolsas de valores de todo el mundo.
Así, lo que comenzó como una manifestación de la naturaleza de la que se ha dicho corresponde al "gran terremoto" que se esperaba en Japón desde hace 40 años, es ahora una ola de pánico relacionada con las expresiones de la creación humana como las plantas de generación atómica y la inestabilidad de las operaciones bursátiles. En ambos casos reina la incertidumbre y no es posible ni siquiera calcular hasta cuándo durarán sus efectos.
En el caso de las emisiones de radiactividad, el mundo conoció sus devastadores efectos en la población después de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, y hoy existe el riesgo de que los vecinos de la planta y hasta ciudades más apartadas a las que puedan llegar las nubes tóxicas, sean víctimas de sus malignas consecuencias. Ojalá que no, pero habrá que estar atentos.
En lo relacionado con las bolsas, estas no solo se estremecen con la crisis nipona, sino que desde hace varias semanas vienen golpeadas por la creciente violencia en Oriente Medio, en donde el pánico también se da por un elemento energético, el petróleo, pero no por sus posibles malos efectos para la salud, sino por lo nociva que su alza puede resultar para el bolsillo de millones de personas en todo el mundo. De hecho, las últimas jornadas en Wall Street han sufrido una caída preocupante, al punto de que algunos analistas se han atrevido a decir que la crisis económica podría profundizarse ahora.
Además, de ser ciertos los comentarios del comisario de energía de la Unión Europea, Günther Oettinger, quien advirtió sobre nuevas catástrofes en la planta nuclear de Fukushima que podrían traer nuevos problemas y llegar a los niveles de gravedad del accidente de Chernóbil en la ex URSS, hace 25 años, tenemos al frente una situación de efectos globales insospechados.
Lo cierto del caso, con lo que está ocurriendo, es que el mundo debe tomar medidas que permitan mantener la seguridad en todos los aspectos. En lo nuclear deben replantearse lo planes en todo el mundo, y pensar hacia el futuro en otras fuentes de energía que no le ocasionen tantos problemas a la humanidad, pues bastante tenemos con afrontar los comportamientos de la naturaleza.