De origen gracioso o perverso, para destacar cualidades o defectos de las personas, son costumbre los apelativos distintos a los nombres propios, que describen o resaltan condiciones particulares de la gente. Y a veces circunstanciales, como cuando alguien es protagonista de un episodio cualquiera y después la gente lo identifica con el lugar de los hechos; o, por el contrario, el escenario es bautizado de manera que se relacione con el suceso. Entre Circasia y Armenia hay un sitio que se llama "Colilla". La historia es así: En el municipio quindiano hubo hace muchos años un chofer a quien llamaban "Colilla", porque fumaba mucho. Cuando la carretera era destapada, y tenía bastantes curvas, peligrosas en invierno, el señor Echeverri, que tal era el apellido de nuestro hombre, perdió el control de su vehículo en una bajada y se estrelló, a consecuencia de lo cual quedó parapléjico. Desde entonces esas curvas se llaman las "vueltas de Colilla".
Algo parecido pasó en Manizales, cuando existía la zona de tolerancia de La Avanzada. A una señora, que ejercía la profesión más antigua del mundo, la llamaban "la silla eléctrica", porque sobre ella se habían muerto repentinamente tres clientes, en plena faena. Cuando las autoridades se ocuparon del último hecho, el inspector de policía inquirió a la compungida damisela por su versión de los hechos, a lo que contestó, entre sollozos: "No sé… No sé. Yo pensé que se estaba viniendo y se estaba era yendo".
En política suelen asumir las funciones de poner apodos los periodistas y, especialmente, los caricaturistas. De estos últimos, Chapete, de El Tiempo, hizo famosos el de Pototó (un gordo personaje de tiras cómicas), que correspondía a Lucio Pabón Núñez, ministro de Gobierno de Rojas Pinilla, por su voluminosa humanidad. A Lleras Camargo, por su arrogante y distante personalidad, lo llamaban "El Monarca". Klim bautizó "Pinina" (una inquieta e insoportable niña, también de tiras cómicas) a Alberto Santofimio Botero, en su época un niño terrible de la política colombiana.
Alfonso López Michelsen tuvo muchas afinidades con la región vallenata y su primer cargo público fue como gobernador del César, cuando se creó este departamento. En la Costa, en general, hay mucha afición por las riñas de gallos. Cuando López hizo campaña para la presidencia de la República, en una manifestación en Valledupar un hombre levantó uno de esos animales y gritó: "¡Ese es el pollo!". Desde entonces fue "El Pollo" López el sobrenombre del fundador del MRL.
Los casos son infinitos. Y los especialistas en poner apodos son los muchachos de los colegios, a quienes no se les pasa nada. A la memoria viene el caso de un abogado bugueño, ampuloso y ceremonioso, a quien nombraron profesor de literatura en el Gimnasio Académico, de la Ciudad Señora. El primer día de clases se presentó ante los alumnos y en tono imperioso les dijo: "Jóvenes, yo soy el doctor Jorge Bustos Moreno. Desde ahora seré su profesor de literatura universal. Les advierto que soy enemigo acérrimo de los apodos". Y un muchacho, desde atrás, impostando la voz y escondiéndose detrás de la tapa del pupitre, dijo duro: "Bueno, Teta Negra". Y así se quedó.